La escuela y el cambio cultural

Más que un cambio cultural, estamos frente a un proceso de mutación cultural, donde el sentido, los signos, los valores, las relaciones humanas y las instituciones han cambiado. Todo gracias a la aparición del mercado.

La construcción de identidad es una de las tareas más trascendentales de los adolescentes y, en esta construcción que no es otra cosa que: la búsqueda de sí mismos, se encuentran con una serie de factores sociales que les desafían e influyen.

En épocas pasadas, los adolescentes tenían menos factores externos que los pudiesen condicionar. Me refiero a los modelos, los paradigmas, los medios de comunicación social el marco de las relaciones de producción.

Por ejemplo, los adolescentes de los 60’ veían en las utopías ideológicas un puente para el encuentro inmediato con el futuro, donde lograr sus sueños y aspiraciones. El Che Guevara se constituía en un modelo a seguir. Era creíble, audaz, confiable y demostró con su propia experiencia que las metas se pueden lograr.

No existían los mass media que bombardearan constante y crecientemente con sus estereotipos, modas, colores, ideales y promesas auto cumplidas, menos aún, el sentido del éxito no estaba entre las medidas para evaluar la realización personal.

La religión; me refiero a la católica se bañaba con las aguas del Concilio Vaticano II y su discurso era ampliamente acogido y seguido.

Hoy por hoy, ninguna de estas situaciones es la misma. Incluso más, algunas de ellas han llegado a lo que son actualmente productos de cambios que desafían las lógicas de la historia, la ciencia y la Fe.

Hoy el joven no tiene ideales externos a los cuales adherir, no hay una utopía por la cual luchar. Son herederos de los fracasos de las generaciones anteriores. Si buscamos modelos que trasciendan a la moda, es probable que nos quedemos con las manos vacías.

La televisión, abierta, por cable o satelital, se ha transformado en el normalizador de las conductas sociales. En ella se difunden las pautas del mundo posmoderno.

Los cambios en las posturas valóricas y la aperturas a nuevas realidades culturales, ponen a la iglesia en una encrucijada, de la que debe salir reencantando y proponiendo una nueva inculturación a partir del mundo adolescente y juvenil.

En definitiva más que un cambio cultural, estamos frente a un proceso de mutación cultural, donde el sentido, los signos, los valores, las relaciones humanas y las instituciones han cambiado. Todo gracias a la aparición del mercado.

En este sentido la escuela debe ser capaz de acoger al adolescente permitiéndole desarrollar progresivamente su sentido de crítica y autocrítica, de compromiso y autoestima. No por nada, a pesar de que el pantalón gris y el jumper los intenta uniformar, el joven logra de un modo otro que su imagen, sea lo más cercano a lo que es fuera del liceo. Si nos fijamos en las mochilas, estas están llenas de significados personales y grupales que transmiten un mensaje completo y contextual izado, por el cual se conduce. ¡Que decir de los Graffitis!

Al mismo tiempo debemos darle al joven un marco disciplinario claro y certero, elaborado junto con ellos y con los padres de modo que lo sientan parte integral de su vida en el liceo.

El colegio no puede ser cómplice del mercado. Debe alejarse de los esteriotipo del “ser alumno”, debe acoger los cambios de estas nuevas generaciones. Que no nos siga pasando que actuamos por reacción. Reacción ante el embarazo adolescente, sin captar los cambios en la conducta sexual de los jóvenes y la necesidad de una educación franca, moderna y valórica. Reacción ante el desencanto de la política, toda vez que desde el mundo de los adulto no le entregamos posibilidades ni espacios. Reacción ante el consumo de drogas, cuando las expectativas educacionales y laborales no los invitan a crecer.

Las jóvenes chilenos han cambiado y hay que cambiar con ellos, no significa esto ser lo que no somos pero aprender de ellos los nuevos significados del tiempo libre, de la música, de las expectativas, del éxito, de la imagen y consumo.

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